16 de febrero de 2013

El Olvidado, Parte 5: Juegos



  Me agarró el pequeño y, sin mirarme siquiera, me llevó a su cuarto. Predominaban los juguetes y por el suelo cojines, aunque tenía un rincón para sus libros, la mayoría cuentos infantiles. Fui arrojado sobre la cama y el niño se sentó en el suelo para abrir un cajón lleno de legos. Empezó a construir un universo, unía las piezas, componía las formas y creaba la historia. Si faltaba algún elemento, se lo imaginaba.

  Los bloques verdes simulaban el césped; había dejado un hueco en mitad. Al lado del hueco, una cruz amarilla y por el resto del terreno, árboles de hojas rojas y troncos de color azul. En el borde había dispuesto cuatro muñecos acompañando un ataúd. Poco a poco llevó al comité hasta el agujero donde el ataúd encajaba perfectamente. Buscó por el cajón piezas verdes, las puso al lado de la tumba y usó a los monigotes para enterrar el ataúd. De repente, abrió la caja fúnebre con el fin de sacar al personaje que había enterrado e hizo que saludara a los demás, excepto a uno que lo lanzó a través de la habitación. Entonces su madre lo llamó para cenar. Recogió rápido, se levantó y se fue.

  El mundo que había creado esa tarde tardó pocos minutos en desaparecer. Una historia etérea que se perderá, como el boceto de un lienzo sin pintar olvidado en un cajón, un libro inacabado que no tiene final. El niño imaginó un inicio y lo dejó fluir, a la deriva, no conocía la meta pero no le ponía cribas a lo que se le ocurría. La imaginación de un niño es libre y tiene alas inmensas, lo puede llevar a cualquier parte, aunque al crecer bien muere, o bien se le ata la correa de la coherencia.

CONTINUARÁ...
Parte 6: Primera vez (23 de Febrero)

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