2 de febrero de 2013

El Olvidado, Parte 3: Herencia


  Llegaron dos mujeres y un hombre hablando sobre muebles, joyas, terrenos y demás posesiones. Abrían los armarios, rebuscaban por los cajones. Todo objeto que hubiera dentro era colocado en cajas. El televisor y los cuadros ya se los habían llevado. Lo que estaba ocurriendo era la versión legal de un saqueo. Se detuvieron al encontrar los álbumes de fotos. Se sentaron a comentarlas mientras se las repartían. Había fotos muy antiguas de proporciones extrañas. Había fotos estropeadas, agrietadas o descoloridas. Había fotos en blanco y negro, en tonos sepias y a todo color. Pero todas ellas tenían la magia de un recuerdo, de un instante del pasado fijado en el lienzo. Retratos que permanecerán vivos y recibirán el cariño que un cuerpo podrido jamás acogerá. Por eso los ojos de los tres hermanos brillaban acuosos, recordaban al hombre que ahora sólo viviría en las fotos. Al abrigo de tres cafés templaron el ánimo para continuar con la tarea.

  -¿Y los libros? ¿Que vamos a hacer con ellos?

  -Siempre le han gustado mucho a papá, no podemos tirarlos, al menos no todos. Mirad, este es el último libro que estaba leyendo,- lo abrió y leyó la primera página- Coplas a la muerte de su padre; si no os importa me gustaría quedármelo.

  - Desde que mamá murió se había aferrado a la lectura, casi había que obligarlo a salir.

  - Sí, y cuando salía era para ir a la librería.- Sonrieron débilmente.

  - Samuel y yo le dijimos que se viniera a vivir con nosotros, así se distraería con los niños, pero no quiso.

  - Daniela y yo también le insistimos pero no hubo manera. Estaba convencido de que iba a resultar un estorbo.

  - Ya sabéis cómo era. Además, aquí podía desenvolverse solo y tenía sus libros. Eran importantes para él, por eso los quiero guardar. No podemos tirarlos, si no los queréis me los quedo yo.


  A la hora de la verdad los tres querían los libros aunque sólo fuera para exhibirnos. Eligieron primero los grandes y voluptuosos, los que quedan bien de cara a la galería. Yo ya suponía que iba a ser de los últimos. Mi tapa uniformemente oscura con letras claras y mis escasas hojas eran la excusa perfecta para que me traspapelaran. Solía perderme entre mis hermanos que sacaban pecho aunque por dentro no tuvieran nada.

  De hecho, ya habían sido cogidos casi todos y quedábamos dos en el estante. Cuál fue mi sorpresa cuando vi embalar las cajas. Se iban y allí nos dejaban, presos de la oscuridad en una casa abandonada. Sin la esperanza de ser leídos en años o quizás décadas. Sentía cómo me hundía en la ciénaga de la angustia. Entonces volvió una de las hermanas a la habitación, venía a por las llaves que estaban sobre la mesa. Algo pasó, un rayo de sol produjo un destello que llamó su atención y nos vio a los dos. Nos cogió para meternos en su bolso. Fue extraño, cuando a mi alrededor no veía nada, todo era oscuridad, en mi interior una luz empezó a brillar y el mundo volvía a ser hermoso.

CONTINUARÁ...
Parte 4: Nueva vida (9 de Febrero)

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