30 de noviembre de 2007

El Bosque ( II ) Parte 3


Parte 3: Despues de la leyenda

-¡¿Qué?!

-En efecto, esa leyenda que os lleváis contando dos generaciones de forma divertida es el origen de mi vida.

-No, me estas mintiendo, la leyenda dice que el chico murió y que su fantasma mora por el bosque.

-Te equivocas, el chico no murió, desapareció y aquí tienes la prueba de ello- dijo señalándose a si mismo.

-Eso es imposible ¿Cuánto tiempo llevas aquí? ¿Cómo has sobrevivido?

-Será mejor que te sientes, te voy a contar lo que no conoces de mi leyenda:

»Lo recuerdo como si fuera ayer, su grito de socorro sonó en la profundidad del bosque y desestabilizó mi corazón. Corrí hacia el grito pero no la encontré, entonces me interné aún más en el bosque y lo único que conseguí fue perderme. Esa noche dormí, lo que pude, a la intemperie. Al día siguiente seguí adentrándome en el bosque, sin éxito.

»Desorientado y con fatiga, tardé una semana en volver al pueblo. En esos días me alimente exclusivamente de las moras que había en las zarzas silvestres.

»Legué al pueblo titubeante y sin fuerzas, quería llegar a mi casa sin que nadie me interrumpiera a preguntarme que le había pasado a María. En aquel entonces creía en la bondad y la inocencia de todo el mundo. Admiro al que inventara de la nada esas virtudes.

»Como te decía, evitando contacto humano en mi regreso, me escondí tras unos cubos de basura al ver salir del bar a dos personas. Uno de ellos era mi amigo, que me había ayudado en mi cita con María. Casi sin querer, le escuche hablar con el otro:

»-Pues todavía no ha aparecido Marcos ¿le habrá pasado algo?

»-No. Es que María y yo le gastamos una broma y debe estar escondido en el bosque. Lo que nos vamos a reír cuando vuelva.

»-Os habéis pasado, Manuel.

»-Que va, es solo una broma, la aceptará.

»Con el alma herida de muerte por la traición de mi amigo, fui a casa, cogí alimentos, ropa, mantas dos cuchillos, la escopeta de mi difunto padre y una caja de cerillas. Le dejé una nota a mi madre y volví al bosque.

»Dos días después una partida de búsqueda pasó cerca de mi asentamiento pero no me vieron.

»Una vez a la semana voy a mi casa a por provisiones que mi anciana madre tiene preparadas para mí. Y así he pasado los años hasta hoy.

Había algo en la historia que me daba mala espina, se notaba la ira en sus ojos.

-¿Cómo has dicho que se llamaba tu amigo?-pregunté intentando averiguar mi mal presentimiento.

-Manuel,- miró con una sonrisa maliciosa y continuó- Manuel Gresco.

Me quedé paralizado y un nudo se formó en mi garganta.

-Lo sé, hijo, es tu padre. Por eso me vas a venir de perlas para vengarme.

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