4 de diciembre de 2007

El Bosque ( II ) Parte 6

Parte 6: Bajo la tormenta

Bajó de la torre y corrió a su casa. La lluvia disimulaba su llanto y entorpecía su carrera. Giró la última esquina y el fuego iluminó su rostro mostrando una expresión de sufrimiento.

Se abalanzó para entrar pero unos brazos lo sujetaron, eran sus vecinos que estaban intentando sofocar el incendio.

-No puedes entrar.

-Mi mujer está dentro.- replicó intentando zafarse de las garras de sus vecinos.

-No, Manuel, si entras morirás.

-Me da igual, ya no me queda nada.

Consiguió acercarse lo suficiente, pese a los esfuerzos de sus vecinos, como para ver un mensaje tallado en la puerta, aún sin carbonizar: “Me llevaste a una vida, yo te llevaré a otra”.

Manuel sorprendió a sus vecinos cuando cesó en su intento de entrar en la casa y sin mediar palabra se dirigió hacia el bosque con pasos decididos. Se tanteó la chaqueta para comprobar que la navaja seguía ahí, pero no estaba. Se paró en mitad del camino mientras la lluvia lo empapaba aún más. Miró a su alrededor y vio la explanada que utilizaban los niños para jugar al futbol, observó las varas de metal que delimitaban las portería imaginarias. Atravesó el camino y la cancha embarrada hasta llegar a los deteriorados palos, arrancó uno del suelo y prosiguió su camino.

Cuando llegó al bosque no supo hacia dónde ir, se acordó que la cita entre Marcos y su mujer iba a ser en el claro, así que decidió ir hacia allí. La lluvia no paraba y la distancia entre los relámpagos y sus respectivos truenos era cada vez menor y más seguidos. Por suerte el bosque paraba gran parte del aguacero que estaba cayendo.

Próximo al claro empuñó la barra de hierro. Le costaba andar debido al barro. Un relámpago iluminó una silueta en el claro, ahí estaba Marcos esperando bajo la lluvia, en su mano derecha sujetaba un cuchillo de unos treinta centímetros. Manuel se acercó y se miraron mutuamente. Marcos lanzó el primer ataque mientras su rival se defendía retrocediendo unos pasos.

-Mi pañuelo limpiará tu sangre- dijo Marcos.

-Ah, ¿Ya has obtenido ese trabajo de barrendero?- respondió y, embistiendo Manuel ahora, continuo- ¡Nadie me ha sacado sangre jamás, y nadie lo hará!

-¿Tan rápido corres?

Las dos armas chocaban entre sí mientras se mellaban, defendiendo y atacando, colisionando a izquierda o derecha, arriba o abajo, mezclándose con algún puño o alguna patada traicionera. En un momento de tensión, permanecieron los metales juntos sobre las cabezas y uno de los mil rayos que caían fue atraído por estos. La descarga pasó por las dos armas hacia sus dueños que, sin poder evitarlo, quedaron paralizados, tiesos, para después caer al suelo bajo el shock.

A la mañana siguiente, los vecinos encontraron los dos cuerpos tendidos en el claro. Por la tarde los enterraron, a la familia Gresco en una lápida conjunta con los nombres de Manuel, María y Claudio, pero que contenía sólo los cuerpos de Manuel y Claudio, ya que no se encontraron restos de María tras el incendio. Cerca, en una lápida sin nombre, estaba el cuerpo sin vida de Marcos.


FIN

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