11 de abril de 2008

En la Ciudad del Volcán (II)

Parte 2: La ultima jornada en los acueductos

A veinte metros de altura estaban los dos obreros, Guirba y Jusál, con un par de cubos de enalsamita y dos palas, reforzando el interior del conducto, lo que pronto sería un río de magma de un metro de profundo y tres de ancho. Debían reforzarlo bien, pues las previsiones pronosticaban mas de una decada con la lava recorriendo el acueducto. Un error supondría una catastrofe.

Jusal descansaba en el borde junto a una garrafa de agua para saciar la sed, mientras Guirba seguía extendiendo el producto.

-Acercame un vaso de agua, Jusal.

Este, obediente, llenó un vaso de la garrafa y se lo llevó.

-Para que digan que no existe la esclavitud.-dijo Jusal volviendo a su sitio.

-Anda, toma y no protestes tanto- y le lanzó el vaso. Jusal, que se iba a sentar de nuevo, se volvió, estiró el brazo saltando un poco hacia atras, logró cogerlo, pero golpeó sin querer la damajuana que cayó, derramada, sobre el andamio rebotando antes sobre la escalera.

La escalera de cinco metros estaba colocada sobre el andamio, que apenas llegaba a los quince metros, para poder subir a su puesto de trabajo.

Un gran temblor sacudió la isla entera, Guirba y Jusal guardaron el equilibrio, pues ya estaban acostumbrados, aunque esta sacudida había sido bastante fuerte.

Una bocina sonó prolongadamente. Era la señal para que los obreros salieran de los acueductos. La suerte estaba echada. En una hora sabrían de su triunfo o de su catástrofe.

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