Parte 1: Kamuk
Kamuk, pequeña ciudad, valiente por vivir en la ladera de un volcán. Sus casas blancas y niveladas, construidas sobre terrazas, reflejan la luz solar desde la cima del joven volcán hasta la accidentada costa. El islote donde se halla no dista mucho del gran continente.
Ahora, los habitantes intentaban enmendar la imprudencia de sus abuelos al instalarse ahí. Habían llegado a ese lugar buscando el clima cálido que desea su raza, los Nurek, y no imaginaron que el islote que pisaban ocultaba un volcán.
Los Nurek eran grandes pensadores y científicos, y averiguaron lo peligroso de su nueva tierra tras los leves terremotos acontecidos meses después de llegar. Pero decidieron no huir. Eligieron defenderse de la naturaleza. Para ello los ingenieros idearon una estructura para transportar la lava del cráter a la playa. Una cúpula cubría el cráter, dejando únicamente seis salidas para el magma. En cada una de ellas comenzaba un ancho acueducto que iba a dar a la mar. Todo construido con enalsamita, un raro material resistente a las altas temperaturas.
Hoy era el día, se pondría a prueba la estructura que llevaban años fabricando. Habían tenido el tiempo justo para hacerla, de hecho, los obreros aún estaban dando las ultimas capas de enalsamita al interior de los acueductos. Estaban distribuidos por parejas a lo largo de cada conducto. Una de esas parejas la formaban Guirba y Jusál.
Ahora, los habitantes intentaban enmendar la imprudencia de sus abuelos al instalarse ahí. Habían llegado a ese lugar buscando el clima cálido que desea su raza, los Nurek, y no imaginaron que el islote que pisaban ocultaba un volcán.
Los Nurek eran grandes pensadores y científicos, y averiguaron lo peligroso de su nueva tierra tras los leves terremotos acontecidos meses después de llegar. Pero decidieron no huir. Eligieron defenderse de la naturaleza. Para ello los ingenieros idearon una estructura para transportar la lava del cráter a la playa. Una cúpula cubría el cráter, dejando únicamente seis salidas para el magma. En cada una de ellas comenzaba un ancho acueducto que iba a dar a la mar. Todo construido con enalsamita, un raro material resistente a las altas temperaturas.
Hoy era el día, se pondría a prueba la estructura que llevaban años fabricando. Habían tenido el tiempo justo para hacerla, de hecho, los obreros aún estaban dando las ultimas capas de enalsamita al interior de los acueductos. Estaban distribuidos por parejas a lo largo de cada conducto. Una de esas parejas la formaban Guirba y Jusál.
No hay comentarios:
Publicar un comentario