23 de marzo de 2013

El olvidado, Parte 10: Último recuerdo [FINAL]


  Un día un hombre de unos treinta años me tomó entre sus manos y me llevó a su casa. No tenía nada que lo distinguiera, ni su trato conmigo era especial. Parecía sólo un lector más hasta que pausó la lectura, doblando mi esquina por dos veces. 

  Por dos veces. 

  Sólo una persona me había hecho eso antes. ¿Sería él? ¿Acaso era posible? Hice cuentas y sí, habían pasado unos veinte años desde que llegué a la biblioteca. Aquel niño que había sido mi primer lector, se podía haber convertido en este hombre. Había cambiado, por supuesto, pero en sus ojos reconocí a la misma persona y al mismo anhelo por devorar mis palabras. “Puede que no me reconozca”, pensé; el tiempo me había causado estragos. En mi portada abundaban las grietas, algunas esquinas ahora eran redondas y mis páginas estaban más amarillentas. 

  Al día siguiente terminó de leerme y, una vez cerrado, me quedé un momento entre sus manos. Su forma de sostenerme en ese instante me dio la sensación de que me reconocía. Fue un leve roce con el pulgar, apenas una caricia que pudo no significar nada. Aunque yo supe que me reconoció, o así quería creerlo, pues jamás lo pude confirmar. 

  A pesar de la incertidumbre, esos días fueron los más felices. Era suficiente el hecho de que hubiera vuelto a leerme. Era testimonio fehaciente de sus sentimientos hacia mí, de que le había gustado. Como el niño que le pide a la nana que vuelva a contarle el cuento de la noche anterior. 

  Un siglo después, recuerdo al niño que repitió conmigo, me aferro a ese feliz sentimiento mientras me consumo. Nubla mi vista el humo y me calientan las llamas que se propagan sin que nadie lo impida. Noto desaparecer mis páginas, chamuscadas. Siento que me quedo en nada. Espero mantenerme vivo en la mente de los que me han leído. Ya soy casi todo ceniza. Mis últimas letras brillan bajo el crepitar del fuego. Y en el juego que es la vida, no habiendo llegado lejos, termina abrupta mi partida en la casilla de incendio.

FIN

16 de marzo de 2013

El Olvidado, Parte 9: Experiencias


  Fui amontonado en un despacho junto a los demás. El peso que soportaba encima mía, me estaba aplastando, comprimía mis hojas como si fuera una prensa. Aunque no tardé mucho en ser liberado. Dos personas se dedicaban a cogernos uno a uno, nos abrían y copiaban alguna información en el ordenador, a continuación nos sellaban páginas aleatorias con el logotipo de la biblioteca y nos ponían una pegatina en el lomo, marcados como un rebaño, como los presos de la Alemania nazi. Cadenas invisibles que nos ataban a aquel sitio. Por último, nos colocaban en un carrito y de ahí a la estantería que sería nuestro hogar el resto de nuestras vidas. 

  Creí que a partir de ese instante iba a estar relajado. ¿Quién me querría leer? Pensé que nadie, pero hubo de todo. Momentos que siempre recordaría y momentos que prefiero no rememorar. Épocas en las que, efectivamente, era olvidado en mi estante y observaba expectante como ante mí pasaba la gente. Otras épocas eran de ajetreo, iba de mano en mano sin parar siquiera un momento a descansar. Estas épocas eran las de mayor riesgo, no sabías si te iba a tocar un maltratador o si ibas a recibir cariñosos mimos. 

  Recuerdo a dos jovenzuelos que me sacaron de la fila un día y, en uno de los puestos de lectura que había en la biblioteca, empezaron a hacer dibujos obscenos en mis márgenes. “Castiga Dios al que peca” quise atemorizarles, “bajarán sus ángeles y os convertirán en cadáveres”. No surtían efecto mis letras. El poder de las palabras había disminuido considerablemente. “Que viene el coco” probé, pero tampoco. Se reían de mis amenazas. Estaba acostumbrado a ser subrayado, a ser doblado, incluso a ser pintado por un boli despistado. Todo esto era soportable y comprensible, sin embargo lo de aquellos dos individuos era puro gamberrismo. Pronto se aburrieron y me dejaron en paz. Regresé a mi estante con el ánimo bajo, intentando ocultar las marcas del maltrato. 

  No todo fueron malas experiencias. Recuerdo también a una joven que me sacó prestado para realizar un estudio sobre mí. La atención que recibí y el gusto de la joven por examinar cada detalle, eludiendo mis heridas de guerra, me produjo una gran satisfacción. Quizás, tras las semanas que pasamos juntos, ella me conoció mejor que yo mismo. Sin embargo, tras completar su trabajo me devolvió y no nos volvimos a ver.

CONTINUARÁ...
Parte 10: Último recuerdo [Final] (23 de Marzo)

9 de marzo de 2013

El Olvidado, Parte 8: Despedida



  El padre y el hermano mayor de la familia ya habían salido de la casa porque empezaban antes su rutina. Apareció el pequeño con la mochila sobre los hombros y derrochando la energía del desayuno. Su madre venía detrás, lo detuvo para abrocharle bien el anorak. 

  - Luis, coge los libros. 

  - Vale mamá. - El niño cogió la bolsa- Con todos estos libros la maestra me va a poner un Muy Bien- comentó alegre. 

  - Claro, pero lo más importante es que ahora cualquiera podrá ir a la biblioteca y leerlos, igual que tú. 

  Allí nos llevaban, a la biblioteca. Era un buen sitio, un final digno para cualquier libro. No obstante, no había considerado mi jubilación tan pronto. Era una condena al olvido entre miles de libros. Era el cementerio donde van a morir los elefantes. 

  En la puerta de la biblioteca, un edificio acristalado y blanco, se estaban reuniendo los niños cuando llegamos. Las madres hablaban entre ellas mientras sus hijos gritaban, jugaban y corrían como locos de un lado para otro. Lógicamente, todos los libros estábamos al resguardo de las madres hasta que la maestra llegó. Con voz firme puso orden en el caos e incluso las madres callaron. Los niños entraron en fila e iban dando sus libros a un señor calvo y con gafas. Después seguían hasta una habitación. 

  Cuando llegó mi turno me quedé esperando un gesto, una última mirada, un signo de despedida o acaso un pensamiento, pero no hubo nada. El pequeño entregó la bolsa nervioso y se marchó con sus amigos. Ni siquiera se paró a escuchar a su maestra que le decía: 

  -Muy bien, Luis.


CONTINUARÁ...
Parte 9: Experiencias (16 de Marzo)

2 de marzo de 2013

El olvidado, Parte 7: Destino alternativo


  Transcurrió un año. Un año viéndolo todo desde mi lugar en la estantería del chico. Viéndolo jugar, estudiar, leer, soñar; viéndolo caer, gritar y llorar. Aunque yo permanecía impasible en mi posición, movido únicamente para sacudirme el polvo. Yo era un espectador, uno de tantos, que observaba la vida del chico desde su cuarto. 

  Un día entró corriendo como siempre, pero esta vez vino hacia la estantería donde estábamos los libros. Traía una bolsa. Buscaba excitado entre nosotros, cogió uno, dos, tres libros, y entonces me cogió a mí. Salimos de su habitación y entramos en otra. 

  Pósters de colores rojo, amarillo y verde adornaban las paredes. La persiana bajada causaba una penumbra rota por el brillo de una pantalla. Importunado por la interrupción, el hermano mayor se giró en su silla y miró a la puerta de forma despectiva: 

  -¿Qué quieres?- dijo con un deje molesto. -Vengo a por los libros que te he dicho antes. -Coge los que quieras. Están por ahí.

  Señaló una estantería abarrotada de objetos. El pequeño se acercó y apartó una cajetilla metálica y una bolsita de plástico con tabaco dentro. Al despejar el camino lo vi, un libro abierto con la mitad de las hojas arrancadas. Era el libro que entró conmigo en esta casa, el libro que se quedó el hermano como recuerdo de su abuelo. O lo que quedaba de él, pues había sido despiadadamente mutilado. Roto y destrozado, apenas le quedaban unas páginas. Y pensar que yo me quejaba por unas esquinas dobladas. ¿Qué le había hecho? ¿Para qué querría su papel? ¿Cuál era la causa de aquel crimen? Quise tener lágrimas para poder llorar por él. Me percaté de que mi amigo no era la única víctima del maltrato, aunque sí la más afectada. ¿Cómo puede haber un asesino en serie suelto que ni se molesta en ocultar los cadáveres? 

  El hermano menor sólo pudo rescatar a uno y lo unió a nuestro grupo. Nos marchamos todos juntos de aquel lugar oscuro que tan malas sensaciones daba. 

  Metidos en la bolsa, nos dejó en el pasillo, cerca de la puerta. ¿A dónde nos llevaba? No lo supimos hasta la mañana siguiente.


CONTINUARÁ...
Parte 8: Despedida (9 de Marzo)