20 de mayo de 2008

Exámenes

Luz de un sol dorado, casi veraniego
Exclamación sobre un triángulo rojo
Esperando el Mayo del refrán del sayo
Porque ves cerca la agonía del tiempo
Y la meta grita: "Corre que te cojo"
Y te rebajas a un mínimo aprobado.

Los monstruos están dispuesto a acabar
Con toda alma que decaiga un solo instante,
Armados con el corpus y con las cruces
Han mandado a más de uno a su final
Yo aún aguanto el desafío, constante
E intento no caer al suelo de bruces.

17 de mayo de 2008

Hoy

Hoy levanto la mirada al cielo
Y veo nubes haciendo carreras;
Hoy levanto la mirada, observo
Cuan bella es la perfeccion suprema.

Hoy deseo más que nunca
Ser Midas de tal belleza;
Hoy, cuando lo humano abunda
Y su imagen de caos refleja
Todo cuanto me rodea,
He mirado a las alturas.

Hoy he mirado al cielo
Y he visto el origen de todo,
He visto armonía en lo eterno,
He visto paz y no, no estoy loco.

11 de mayo de 2008

Resulta que estoy en un garabato

Anteriormente
Mi coche se empotró con un camión, salí despedido por el parabrisas y llegué a un extraño mundo donde me vi colocado como líder de un ejercito, a punto de librar una importante batalla.


Resulta que estoy en un garabato

Mi ejército se iba caracterizando poco a poco, algunos rostros se pintaron de azules, otros se elevaban sobre caballos que surgían de la nada, también había un tercio armado con picas y arcabuces, soldados medievales , forajidos de buen aspecto y vikingos. Pude reconocer algunos rostros conocidos, entre ellos estaba William Wallace, Don Diego Alatriste y Robin Hood. Parecía muy real todo aquello, y empecé a temer por mi vida. Una batalla, siempre me habían gustado las batallas, la estrategia colectiva, el orden entre tantas personas, los dos bandos fundiéndose al chocar, pero ahora era distinto, yo tenía que participar en ella, mi vida era la que estaba en juego.


¿Contra quién tendría que luchar?¿En qué manos estaría mi destino? En la colina de enfrente se empezó a vislumbrar las siluetas del enemigo dividido en tres batallones. A la izquierda iban musulmanes con sus espadas de hojas curvas y sus turbantes en las cabezas; a la diestra, soldados contemporáneos con insignias muy representativas, eran nazis con armas de fuego; por último, como pilar central del enemigo, pude identificar a una tropa de Uruk-Hai. No puede ser,lucharé contra los orcos, que raro, es la única facción ficticia. El instinto me hizo mirar el bosque que bordeaba el campo de batalla y pude ver un leve destello entre la maleza,ahí estaban, mi suposición era cierta, los elfos también combatían.


Miré hacia atrás y vi a Alatriste cargando su arcabuz junto con todo el Tercio Viejo de Cartagena, cuando terminó, se acercó y me dijo que ellos se ocuparían de la defensa. Cuanto más tiempo pasaba, más nervioso me ponía. Del bando enemigo salió un jinete que trotó hasta donde estaba.

-¿Conoces las reglas del juego?

-¿Juego?- pregunté sorprendido, ¿como podían considerar esto un juego?

-Te explico. Si una bola de un arma de fuego te impacta te tienes que dar por muerto. Si es una arma blanca hay dos casos: si te da en tronco, cabeza o cuello, estas muerto, en cualquier otro lugar te tiene que dar dos veces. Aquel equipo que haga trampas, pierde ¿Entiendes?


Cada vez entendía menos de aquel mundo, por lo menos no tendría que matar a nadie, ni ser matado por ninguno. En efecto, el filo de las espadas parecía de goma y las balas que cargaban en los arcabuces eran bolas de plástico que, intuí, estaban rellenas de pintura.¡Qué bien me lo iba a pasar!


Los dos ejércitos nos posicionamos uno frente al otro, dispuestos a ganar. Un disparo salió del enemigo pero no alcanzó a nadie. Las flechas empezaron a surcar el cielo y bajamos la colina al trote con el arma levantada para el ataque.


Asesté el primer golpe a un orco en cuya cara había plasmada una mano blanca. A partir de ahí me concentré en esquivar la avalancha de golpes que me dirigían. Dejé a la espada que se moviera libremente mientras yo me ocupaba de mi defensa. No pude evitar pisar a unos cuantos. Perdí la espada en un giro brusco, y antes de darme cuenta, estaba rodeado de nazis, que me encañonaban.

Parecía obvio que me tocaba rendirme, pero entonces algo hizo que todos pararan a cinco metros de mí.

-¡Está herido! Tiene el abdomen rajado ¡Llamen a un médico!

Dos minutos después, un doctor se habría paso hasta el herido. Vestía una bata blanca que lo distinguía y una placa en el pecho en la que ponía:” Dr. Shephard”. Tomó las constantes vitales y certificó su muerte. ¿Como podía haber pasado eso? Creía que era un juego seguro. ¿Quién habría infiltrado el arma asesina? ¿Y quien era el asesino? Bajé la vista y me asusté. No podía ser. Mi mano sostenía una espada manchada de sangre. Solté la espada y le dí un puntapié.

Un hombre encorvado con una lupa en la mano me apartó de su camino, seguía el rastro de sangre e iba a encontrar mi espada.

-¿Sherlock Holmes?- pregunté extrañado.

El hombre se irguió y me miró calculadoramente. Entonces su cuerpo empezó a deformarse, se acható, convirtiéndose en un hombre bajito y regordete.

-Non, monsieur, je suis Hercule Poirot.- me dijo. Acto seguido, siguió con su búsqueda.- Voilá, aquí está el arma del crimen. Ahora usaré las células grises y descubriré quien es el asesino.- Con la mano derecha se rascó la barbilla. Cuando terminó me señaló con el dedo- Usted es el criminal.


No tuve tiempo de reaccionar. Dos helicópteros estaban sobre mí y por unas cuerdas bajaban agentes armados, pertenecían al FBI. Fue tocar el suelo e inmovilizarme inmediatamente, aunque no hacía falta, ya estaba paralizado. Me engancharon a un arnés y me subieron a uno de los helicópteros. ¿Qué estaba pasando? No había hecho nada y ahora estoy arrestado, escoltado por militares. En efecto, militares. No sé porque había creído que eran federales, pero cuando me fijé estaban uniformados de militares. El terreno que sobrevolaba fue cambiando del verde hierba al naranja arena, adentrándonos en el árido desierto.

-Señor, tenemos una llamada para usted,- me dijo dándome una especie de walkie-talkie – es la Señora Presidenta.

-¿Señora Presidenta?- dije extrañado con el teléfono cerca de la oreja. Entre las interferencias surgió una voz familiar. Sentí calor en la mano derecha, mientras escuchaba difícilmente el mensaje:

- Te pondrás bien... Estoy segura. Aquí te estamos esperando... Creo que puedes escucharme, lucha... por volver con nosotros, hijo mío.... Los médicos dicen que...

-¡Madre!¡Madre! ¿Me oyes?- le pregunté a gritos- ¿Qué me pasa?

Pero mi madre seguía hablándome en un monólogo, sin percatarse de mi presencia. Entendiendo que no me oía, me puse a escucharla para ver si averiguaba que me estaba ocurriendo. Intuí que estaba en coma.

-Señor, agárrese que entramos en zona conflictiva.

Escuché algunos disparos y tensé la mano derecha, mientras sujetaba el walkie.

-¿Me has escuchado, hijo? Apriétame la mano otra vez- me dijo mi madre. Tensé aún más la mano para comunicarme con mi madre. Pero algo golpeó al helicóptero y este empezó a caer. Oí al piloto comunicarse con la base:

-¡Nos han dado!¡Repito! ¡Nos han dado!, ¡Black Hawk derribado!

Continuará...